Gente. Jhon y Cristian, los descubridores de bosques altoandinos | El Nuevo Siglo
LOS FRAILEJONES toleran ciertos niveles de humedad, de radiación y cambios abruptos de temperatura que no soportaría la vegetación del bosque altoandino. / Instituto Humboldt
Jueves, 29 de Febrero de 2024
Redacción Medio Ambiente

Chita, en Boyacá, es un pueblo incrustado en una montaña. En su interior reúne todas las tonalidades de blanco, gris y marrón que se pueden apreciar en el color de las ruanas que cotidianamente sus habitantes usan para combatir el frío.

Desde las afueras del casco urbano se puede ver otra multiplicidad de matices: los del color verde. Los tonos claros y pasteles del páramo y también los oscuros del bosque altoandino. Un paisaje tranquilo y sereno, como los chitanos.‍‍

Este municipio de alta montaña se encuentra en las estribaciones de la cordillera Oriental, donde tiene límite con algunas poblaciones del departamento del Casanare, como Sácama, La Salina y Támara. Es un pueblo que tiene su base económica en la agricultura, la ganadería y el comercio, y hace parte de los municipios que se encuentran dentro del complejo de páramos de Pisba, ese que debe ser delimitado garantizando la participación de las comunidades.

El Instituto Humboldt tiene entre sus tareas identificar el área dónde se encuentra el ecosistema de páramo, para que esto sirva de insumo en el proceso de delimitación y de esta labor hicieron parte Jhon Alexánder Sánchez y Cristian Cruz-Rodríguez.

¿Cómo ubicarlos?

“Acá (en Chita) he visto unos bosques altoandinos muy conservados, sin evidencia antrópica; es sorprendente. Personalmente como biólogo considero que es uno de los bosques altoandinos en mejor estado de conservación que he conocido en Colombia”, manifestó Jhon Alexánder Sánchez, botánico, quien hizo parte del equipo de trabajo del Herbario Federico Medem Bogotá, de las Colecciones Biológicas del Instituto Humboldt.

ENSEse bosque que dejó maravillado al investigador Sánchez está en lo profundo de la montaña a un costado del camino que conduce de Chita en Boyacá a Sácama en Casanare, entre los kilómetros 97 y 98. Una vía que atraviesa el páramo y que por momentos parece desolada. Sin duda, una postal de la Colombia rural. Los únicos que acompañan el trayecto son los frailejones, las plantas del bosque altoandino y en cierto punto la famosa tienda de Los Venados que, para los conocedores de la ruta, es el lugar donde se recarga energía y el cuerpo se calienta con un tinto o un aguapanela.

En el recorrido a pie por la alta montaña el experto botánico fue identificando la vegetación característica del páramo, los arbustales y el bosque altoandino en uno de los sitios determinados para este trabajo. Allí el investigador determinó las formas de crecimiento de las plantas, realizó algunas recolectas de las mismas e hizo una serie de observaciones y tomas fotográficas. Su labor permite identificar zonas donde se encuentran las plantas de páramo y las de bosque. Los resultados de su investigación son insumo para obtener la Franja de Transición Bosque Páramo (FTBP).

“El trabajo de la colección de plantas aporta al entendimiento de la ubicación de la franja transicional en la medida en que da a conocer elementos propios del páramo y del bosque altoandino. Este trabajo nos va a permitir comprender cómo las plantas propias de cada zona se mezclan, algo que llamamos ecotonia. Cuando reconozco a partir de la colección e identificación botánica un elemento propio de la zona de vida de páramo, uno de la zona de vida del bosque y luego veo elementos que se mezclan, es ahí cuando puedo definir que es la transición entre ambas zonas”, agregó el botánico Sánchez, mientras tomaba los datos de ubicación, coordenadas y las características de las plantas recolectadas: su coloración, aroma, texturas, entre otros datos. Todo esto ahí mismo, en la montaña.

En el páramo el clima es muy variable. Por momentos el cielo despejado y el sol radiante permiten ver todo el paisaje del territorio chitano; sin embargo, es común que a los pocos minutos irrumpa la espesa niebla y todo quede blanco, solo se ve la sombra de Sánchez y su equipo trabajando a unos pocos metros. Luego de la toma de datos, las plantas recolectadas son guardadas de forma metódica en papel periódico y bañadas en alcohol para preservarlas mientras son enviadas al herbario del Instituto Humboldt, en donde serán secadas en un horno durante 40 horas. Allí quedarán disponibles para consulta con toda su información asociada. Sin duda, un proceso que contribuye a la generación de conocimiento sobre los páramos.

“Para mí es importante la labor que realizamos, entre otras razones, porque estamos aportando al catálogo de plantas de Colombia, que es una tarea titánica. Visitar estas localidades y tener estos registros en herbarios que van a durar 100, 200 años, que van a quedar en la historia y van a poder ser revisados por otras personas y permitirán comprender cómo se distribuyen muchas especies, es fundamental”, concluyó Sánchez, quien entre sus labores tiene descubrir bosques altosandinos.

Mapas

Cristian Cruz-Rodríguez es investigador del Instituto Humboldt y trabaja en el Programa de Evaluación y Monitoreo; su trabajo también aporta a la definición de la FTBP y a la generación de los mapas de páramo. Por medio de imágenes satelitales de alta precisión identifica los puntos en los que se encuentra el bosque altoandino y el páramo en el complejo de páramos de Pisba. Esa información la complementa con la obtenida por el botánico Sánchez y, además, la cruza con información ambiental, como la temperatura, la precipitación, la forma del terreno e incluso con fuentes secundarias como lo son los artículos científicos de otros investigadores.

ENS“La metodología que usamos para identificar esa franja de transición se basa en entender que la vegetación tanto del páramo como del bosque altoandino tiene unas características que permiten su crecimiento y formación. Por ejemplo, los frailejones toleran ciertos niveles de humedad, de radiación y cambios abruptos de temperatura que no soportaría la vegetación del bosque altoandino”, explicó Cruz-Rodríguez, quien además agregó que, para él, este trabajo es importante porque “este ejercicio de identificar y aportar a lo que es la franja de transición me lleva a entender cómo la generación de información puede servir en la toma de decisiones”.

“Estamos acercándonos a las comunidades para que conozcan el trabajo del Instituto Humboldt, propiciando un escenario que se basa en el diálogo. Quisimos hablar sobre la cartografía, lo que es de completo interés de ellos. El mapa lo han escuchado en diferentes escenarios y en ocasiones lo ven de manera reactiva, por eso es importante socializar este trabajo con ellos, acercar nuestro quehacer y entender la experiencia y conocimiento que ellos tienen sobre su territorio”.