Manizales: el retorno soñado de una feria en 2022 | El Nuevo Siglo
Foto cortesía José Miguel Suárez
Lunes, 3 de Enero de 2022
Hernando Suárez Albarracín

Pasaron dos eternos años. Y fueron eternos por el implacable dolor que nos dejó la pérdida de tantos seres queridos, por cuenta de una abominable pandemia. Ayer Manizales se vistió de luces para rendir homenaje a quienes se fueron; montera en mano, va también el mío a la memoria de mis entrañables hermanos en el toro Clarita de Gómez, Alexandra Mora y Orlando Herrera.

Hicieron el primer paseíllo de la Feria los aspirantes a matadores de toros Andrés Manrique, Gitanillo de América Jr. y Ánderson Sánchez, quienes se las vieron con un encierro de Achury Viejo, propiedad de don Felipe Rocha Marulanda, quien en esta ocasión llevó a la plaza ejemplares de la punta de Jandilla.

En primer lugar vimos en el ruedo a Herrerito, un astado de 424 kilos al que Andrés Manrique logró embarcar para instrumentar una faena lenta y de buena factura. Recibió por suaves verónicas rematadas por revolera; el novillo embestía con las manos por delante pero no desarrolló malas ideas. Suave puyazo sin emplearse a fondo y trajín con la muleta echando mano a lo que de experiencia ha ganado en España. Las tandas no fueron profundas pero el bogotano conectó con el público, que supo valorar su actuación. Estoconazo desprendido y tendido, para la primera y única oreja de la novillada, que le bastó para alzarse como triunfador de la misma.

El segundo de su lote, cuarto del festejo, de nombre Gavillero, fue el de mejor comportamiento en el caballo. Manrique refrendó el progreso que ha alcanzado en su carrera y supo aprovechar a un buen novillo, al que toreó muy a gusto en todo el centro del ruedo. Vivió un par de momentos en los que se dejó desbordar por la confianza, pero no perdió el hilo de su diálogo con el astado, que primero lo avisó y luego hizo por él,  afortunadamente sin consecuencias. Tres cuartos de espada arriba. Silencio.

Vino luego Gitanillo de América Jr., quien tuvo que vérselas con Mensajero, que no fue un caramelo, pero ofreció posibilidades. Evidenció mansedumbre en el caballo, al que llegó caminando; en la muleta tuvo fijeza y acudió con prontitud suficiente para que Gitanillo aumentara de temperatura su labor, pero no lo hizo. La faena fue fría, sin ligazón ni temple. Mató de estocada delanterilla; silencio.

En su siguiente salida la concurrencia evidenció dos problemas sin solución: el primero, que el mulato de Achury no tenía aliento y aunque no renunció a su compromiso, tampoco dio garantías de triunfo. El segundo problema fue peor y hay que decirlo: Gitanillo es un torero al que le cuesta ganar sitio, ordenar la faena y hacer las cosas bien. Pareciera perder los papeles con facilidad... pero a veces lo que se percibe no es que pierde los papeles, sino que llega sin ellos. Pinchazos y aviso. Pitos a toro y torero.

Ánderson Sánchez, novillero de Lenguazaque, remató el cartel. Inició su primera faena citando de largo, para instrumentar un pase cambiado que emocionó los tendidos; el astado acudió y casó la apuesta. Ánderson logró instrumentar dos tandas ligadas y de buen gusto. Música, pero la dicha duró poco porque el toro se entableró y el coletudo, en lugar de sacar al novillo de ese terreno, aceptó la propuesta y el zaíno comenzó a apagarse. Una pena, pues todo hacía prever que vendrían cosas buenas. Tres pinchazos con accidente y media perpendicular a dos tiempos. Palmas al de Achury en el arrastre.

Terminó su actuación con una faena al novillo de nombre Serrano, que basó en muletazos aislados; el Achury anduvo desconcertado y Ánderson no pudo hacerse con él. Todo quedó en una intentona sin ton ni son. Estocada desprendida. Silencio.