Significación política de la Batalla de Boyacá | El Nuevo Siglo
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Sábado, 5 de Enero de 2019
Alberto Abello

Para entender el hondo e inmenso significado histórico de la Batalla de Boyacá, que sella de manera simbólica la independencia de la Nueva Granada el 7 de agosto de 1819, es del caso señalar que desde el momento que Simón Bolívar pisó suelo granadino en Cartagena, venía incubando su proyecto de liberar gran parte de América, al proclamar que cualquier reducto realista español que persistiera en nuestro continente podría en un momento dado poner en peligro la libertad y la democracia.

En el memorable “Manifiesto de Cartagena”, Bolívar desarrolla sus tesis sobre la independencia y el futuro gobierno unitario que plantea para nuestra región: condena los gobierno débiles y permisivos que habíamos tenido hasta entonces, y demuestra como Coro, pequeño reducto realista en Venezuela, se había rebelado contra el resto del país y terminado por derrumbar la primera República allí. Esto lo decía en la Nueva Granada, donde se libraba una guerra civil similar entre centralistas y federalistas, que Don Antonio Nariño retrata con el término de “Patria Boba”.

Bolívar estaba influido entonces por el pensamiento de los girondinos y por el romanticismo, lo que le da un toque especial, por cuanto en relación con los jacobinos, estos eran más moderados políticamente y, también, por cuanto al estar su pensamiento impregnado de romanticismo, tenía desde temprano ideas innovadoras de corte conservador, como lo destaca Álvaro Gómez en su ensayo sobre “La significación histórica del Libertador”, una clara tendencia contrarrevolucionaria.

No es de sorprender que cuando elementos contrarios al Libertador le enviaron informes a Carlos Marx, donde presentaban al caraqueño como el capitán de las derrotas en Venezuela o campeón de las carreras, estos no entendieran nada de la guerra de guerrillas que debió librar e innovar en difíciles condiciones el gran hombre, cuando los “realistas” y los “pardos” libraban una guerra de exterminio contra los “mantuanos”.

Al Bolívar irrumpir en armas sobre Caracas y entrevistarse con la nobleza “realista”, uno de los condes le dice que temían que él los fusilase. Bolívar ríe y les contesta: “No olviden que yo llevo la democracia en los labios y la aristocracia en el corazón”. Es evidente que a Marx lo intoxican con tergiversaciones y calumnias sobre Bolívar. Mas también es de reconocer que el promotor de la dictadura del proletariado y la eliminación de la nobleza y la burguesía no podía ver con buenos ojos al primer terrateniente de Venezuela, ni mucho menos al campeón del orden en el Nuevo Mundo que se independiza.

Campeón del orden

Ese aspecto de campeón del orden, ese espíritu contrarrevolucionario y creativo del nuevo orden, hacen del Libertador uno de los personajes más interesantes de la historia universal. Se diferencia el caudillo caraqueño de sus contemporáneos criollos en cuanto entiende que la transición de la independencia al orden debe estar cargo de un gobierno fortalecido y con cimientos democráticos muy firmes para perdurar. Ello mientras los jóvenes bartolinos pretenden el predominio del Congreso sobre el Ejecutivo, con supremacía de los caciques locales que surgen por doquier, como peste que se extiende por la región.

Es verdad que Bolívar libró grandes batallas en los más diversos escenarios de América e, incluso, se enfrentó por mar a los “realistas”. Mas su más poderosa artillería fue la idea de orden, que plasma en sus diversos estatutos constitucionales. Sin el concurso de Bolívar la gesta de independencia habría derivado en una orgía de sangre, como ocurrió en la primera etapa de la guerra social en Venezuela o en Haití.

Es ese campeón del orden el que renuncia a la dictadura absoluta y consigue que granadinos y venezolanos se unan en Angostura para independizar la región y forjar la democracia en la Gran Colombia. Puesto que desde cuando se lanzó en campaña y se rebeló en el Magdalena a un destino militar mediocre y decidió por su cuenta liberar parte de la Nueva Granada y Venezuela, ya estaba pensando en cómo sería el Nuevo Orden.

Eso es lo que plantea en Angostura, donde se rebela como un gran estadista: un orden conservador. Las batallas son un medio para abrir el paso a la democracia, que pretende consolidar mediante el imperio del Estado de Derecho, desconocido hasta entonces por los americanos.

Mientras el gran hombre engaña con sus movimientos a las aguerridas tropas “realistas”, le ordena al bravo Páez que ataque por la espalda a los “realistas” si vienen para la Nueva Granada y si intentan marchar sobre el oriente a Caracas, lo ataque de la misma forma.

Entre tanto el general Montilla mantiene a raya La Guajira, donde un grupo de exaltados irlandeses desertores incendia Riohacha. El general Sucre compra las armas en Trinidad que fortalecen al ejército criollo y por el Orinoco las conduce, junto con la Legión Británica, al campamento del general Santander.

Victoria indirecta

La sorpresiva Batalla del Pantano de Vargas, donde destacan por su valor los aguerridos caballeros de la Legión Británica, a cargo de los héroes que cruzan la cordillera desde Venezuela, desbarata de súbito los proyectos de los “realistas” y derrumba las menguadas fuerzas de la reconquista del general Morillo. Esta confrontación es la que abre el espacio para la Batalla de Boyacá, que es lo que se denomina una victoria indirecta. Esto en cuanto toma de sorpresa a los “realistas” del bisoño y valeroso general Barreiro, cuando preparaba sus refrigerios. Y es importante: no por el choque de fuerzas ni el tronar de los cañones, sino por cuanto es el detonante que provoca la huida de Sámano de Santa Fe de Bogotá. En realidad, los muertos del campo “realista” en su mayoría son criollos. El general Soublette suma 18 muertos y 58 heridos del campo independentista.

La Batalla de Boyacá es crucial por cuanto abona el terreno para proclamar el nuevo orden constitucional y legal, así suene como un pleonasmo, en el Congreso de Cúcuta, que preside Don Antonio Nariño. Y abre el camino a los recursos de Santa Fe de Bogotá y de otras zonas del país que abandonan los “realistas”.

El Libertador sienta en la Nueva Granda con su espada y genio político las bases para cumplir su sueño de liberar al resto de Hispanoamérica.