Colombia la Grande y el Bicentenario (I) | El Nuevo Siglo
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Domingo, 24 de Febrero de 2019
Alberto Abello

Con la conmemoración del Bicentenario de la creación de Colombia la Grande y de la Batalla de Boyacá (1819) no faltan los que tratan de banalizar el hecho histórico y tergiversar la trama, para menguar la grandeza del Libertador Simón Bolívar (1783-1830), así como para inflar a figurones de segunda, incapaces de calzar sus botas, entender su gesta y pensamiento político.

Algunos detractores agazapados o descubiertos proceden, en ocasiones, de mala fe, por ignorancia o por incapacidad de ver con objetividad el pasado. Otros son burdos falsificadores de la historia al servicio de la maquinaria de propaganda del “Socialismo del siglo XXI”, novelistas o lugareños que heredaron la visceral antipatía política contra Bolívar de aquellos que en vida no entendieron su obra magna de crear a Colombia la Grande. Aquellos que  forjaron partidos políticos locales en contra de su memoria e ideas y hasta trataron de asesinarlo la nefasta noche septembrina en Bogotá (1828).  No faltan los que intentan dibujar héroes de pacotilla o inventar gobiernos de papel en Casanare o Apure, como el de Serrano, que no pasan de ser una farsa oportuna para nombrar a dedo a unos representantes de la Nueva Granada al Congreso de Angostura.

En la vida de Bolívar se conjuran distintos elementos políticos para atentar contra el gran hombre y su obra. Desde antiguos monárquicos o independentistas de distintos matices ideológicos, que hicieron política para enriquecerse, hasta aventureros, militares, políticos parroquiales e intrigantes al servicio de las potencias y la disgregación de Colombia la Grande. También hubo gentes que no entendieron que Bolívar fuese el primer dirigente criollo que alzó su voz en el famoso Memorial de Cartagena (15 de diciembre de 1812) contra el credo político heredado en la época de la Ilustración y de la Revolución Francesa, al plantear un gobierno fuerte con bases democráticas.

El Libertador es un campeón del orden que emerge del caos de la época, de la sangrienta guerra civil que amenazaba devolvernos a la barbarie primitiva. Lo que le confiere un papel esencial como dirigente innovador y teórico del pensamiento conservador americano y occidental. 

Dado que la tergiversación de sus ideas y sus hazañas prolifera en estos días, que se teje una maraña de despropósitos al respecto y que se tiende a sembrar la confusión en el público sobre su periplo histórico, vamos directamente a los hechos esclarecedores que marcaron su destino y el del nuevo mundo, como la formación de Colombia la Grande. Hechos que hablan por sí mismos.

El medio venezolano

Es de observar que Simón Bolívar se abre paso en la historia en un medio adverso. En la Capitanía General de Venezuela los intentos independentistas desatan la feroz rebelión de los esclavos, conducidos por el peninsular Boves, marino que se había desempeñado un tiempo como pulpero y que se sentía menospreciado por la aristocracia mantuana.

La cruel guerra social en su tierra siembra de muertos los campos y las ciudades, incluida Caracas, antes una próspera urbe de 50 mil habitantes. Estas son asaltadas por las violentas montoneras que gritan a degüello cuando entran a asesinar a sus antiguos amos y criollos.

Esa visión horrible de la violencia que se abate sobre Venezuela, donde aldeas enteras y haciendas son incendiadas, violadas y asesinadas las mujeres, persigue durante su periplo político al Libertador, que abomina de esos excesos sanguinarios. Por ello en sus diversos ensayos constitucionales, y durante sus gobiernos, se obsesiona por fomentar un nuevo orden y educar a las masas en el respeto por la democracia.

Como la gesta de Independencia se desarrolla en medio de una guerra civil, aun hoy los historiadores olvidan ese hecho, por lo que en su mayoría carecen de objetividad en el análisis. Se desconoce que las familias se dividen, hermanos luchan contra hermanos, hijos contra sus padres, en un pleito desgarrador y fratricida. Para escribir la historia se miran los hechos con los ojos del bando interesado, por lo que se desechan los escritos, documentos y memorias del contrario, lo que deriva en la carencia de objetividad de la mayoría de nuestros historiadores.

Se oculta, como si fuese un grave pecado, que no pocos de los militares y políticos de la Independencia militaron por algún tiempo en el bando realista. Se pretende desconocer que incluso Bolívar, Miranda, Nariño y otros próceres tuvieron familiares cercanos en el bando realista, que por entonces representaba la legitimidad. Todavía a 200 años estos personajes son dignos de ser ensalzados cuando pertenecen al bando amigo y vilipendiados al estar con la contraparte. Burda manera de garabatear la historia.

Resulta absurdo a estas alturas de la historia nacional y a doscientos años de la creación de Colombia por el genio de Bolívar, desconocer que desde el punto de vista geopolítico somos una misma nación y que continúan siendo artificiales las fronteras que nos separan a colombianos, venezolanos, ecuatorianos o panameños.

El paisaje es el mismo, las razas similares en ambos lados de frontera y más marcada la homogeneidad entre los descendientes fronterizos de los primigenios habitantes de La Guajira. Por lo mismo no existen entre nosotros las diferencias que se dan en la evolución de alemanes y franceses, ingleses, españoles o italianos en Europa, que se constituyen en nacionalidades con características diversas.

Tendencia a la dispersión

Copiamos sin fundamento sustancial y por imitación simiesca, como por el parroquialismo de los caciques comarcales, el nacionalismo europeo, lo mismo que constituciones y códigos foráneos. Ello pese a que siendo un pueblo joven, con un mismo idioma, religión, costumbres y objetivos a futuro, debíamos unirnos por encima de las disensiones regionales. No pudimos derrotar la tendencia a la dispersión en el Congreso Anfictiónico de Panamá, donde el Libertador Simón Bolívar proponía la unión de las naciones americanas dentro de su diversidad, sin poder asistir al mismo por encontrarse en Lima organizando esa República, en tanto el mariscal Sucre hacía lo propio en Bolivia.

La ausencia de esos dos grandes hombres en Panamá fue fatal para consagrar la unidad hispanoamericana dentro de la diversidad. Le sobraba razón a Bolívar para convocar a los países de habla castellana a la unidad en una gran confederación, donde mantuviesen su organización político-administrativa y tuviesen fuerzas militares y navales conjuntas, como similar política exterior. Cosa que no entendieron los políticos parroquiales de esos días. Nada más contrario a la realidad histórica que comparar Hispanoamérica con los países europeos, cuando nuestra evolución y división se corresponde a factores administrativos durante la Colonia, afectadas las regiones por accidentes geográficos o el clima, y no por diferencias sustanciales, raciales o religiosas, como en el caso europeo.

*Presidente Academia Grancolombiana de Historia