¿Se adoctrina en la escuela? | El Nuevo Siglo
Foto archivo El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Febrero de 2019
Mario F. Hurtado
Los ataques ideológicos que surgen sobre el trabajo de los docentes abren una reflexión acerca de si la escuela es un espacio para educar o para adoctrinar

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LA SEMANA pasada hubo una polémica en redes sociales en torno a un texto en desuso de Editorial Santilla, donde se explica la política de Seguridad Ciudadana del gobierno de Álvaro Uribe. La respuesta de la editorial es que publicó el texto del programa oficial del gobierno. De inmediato, se volvió viral como respuesta a las críticas que provienen de algunos senadores del Centro Democrático sobre las movilizaciones de Fecode (Federación Colombiana de Educadores), de las que afirman que instrumentaliza y adoctrina a los estudiantes de los colegios públicos en función de sus intereses.

La polémica está servida y se evidencian dos extremos de la poca tolerancia que se refleja en el sector educativo. La primera desde las ideas de derecha que afirman que la educación pública está controlada por la izquierda, que no existe pensamiento crítico sino adoctrinamiento de acuerdo a las posiciones políticas del profesor y, sobre todo, que desde la escuela se hace un trabajo de acción política dentro de las instituciones para fortalecer las posiciones de los sindicatos y de algunos partidos de izquierda. Por otra parte, desde el pensamiento de izquierda se señalan las políticas educativas institucionales como adoctrinadoras, que buscan neoliberalizar la educación, que desconoce los procesos sociales y ponen siempre al libro de texto o los materiales de la escuela como limitantes y cortos para la labor escolar.

Ambos aspectos son perversos, la escuela debe responder a un proceso de formación integral, a desarrollar en los futuros colombianos la capacidad de pensar, de argumentar, de leer bien, de inferir, de proponer, de argumentar. La educación debe tener un propósito y un fin, por eso, se hace necesario planearla, definir indicadores, estructurarla, y evaluarla para saber si vamos por el camino en función de la calidad y la inclusión.

Respecto a los contenidos, los textos escolares enfrentan varias dificultades, una de ellas, la falta de una secuencia temática lo que conlleva a que cada editorial proponga secuencias a partir de criterios particulares. A esto se le suma la manera como se presenta la información y el enfoque dado a la misma. La situación genera vacíos didácticos y centra el interés en dotar al docente de herramientas teóricas sin tener presentes de manera clara los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Ante esto, se hace primordial generar propuestas editoriales que desarrollen contenidos centrados en el aprendizaje de los estudiantes, desde los aspectos estéticos o del lenguaje propios de cada edad. Además, con el desarrollo de actividades contextualizadas y significativas, para generar una renovación conceptual y pedagógica. De esta manera, los textos escolares pueden convertirse en una fuente que permita a los estudiantes organizar y analizar los contenidos y las problemáticas sociales que allí se presentan.

¿Un campo de batalla?

En síntesis, la escuela no se puede convertir en un campo de batalla ideológico. Parece que la educación Colombia no ha podido superar el conflicto de la Guerra Fría, los discursos de los años 80 y del siglo XX prevalecen. Si bien la mayoría de los profesores están alejados de este debate, algunos discursos de los movimientos estudiantiles y sindicales tienen el mismo lenguaje, las mismas prácticas y discusiones de la confrontación entre comunismo y capitalismo. Esa limitación genera un sesgo disciplinario que no permite comprender otras dinámicas sociales, o una reflexión pedagógica. Lo he visto en muchos ejemplos de clase, profesores que piensan que hablar una hora sobre las terribles condiciones sociales de la humanidad, ya es un acto pedagógico.

Se mantiene la idea de un mundo bipolar de la comprensión política, una línea clara que separa a la izquierda y a la derecha de Colombia como si fueran las únicas caras de la política y de la sociedad. Hay que preguntarse, esos profesores que denuncian el adoctrinamiento de los textos escolares están preparados para asumir las clases en el contexto del siglo XXI, fuera de esa línea entre la izquierda y la derecha, entre el bien o el mal.

La escuela ha sido en periodos históricos un espacio de batalla ideológico, un lugar para adoctrinar desde los principios políticos, religiosos o morales. El deber ser: convertir la escuela en un espacio de enseñanza, de aprendizaje, de evaluación, de debate, de inclusión y de participación. Solo así las corrientes pedagógicas que tanto se pregonan en congresos de educación, tendrán sentido y podrán concretarse en la práctica escolar.