Bogotá se la juega por preservar sus plazas de mercado | El Nuevo Siglo
Foto cortesía Ipes
Domingo, 3 de Marzo de 2019
Miguel Valencia*

ESCUCHAR gritos de promociones para disputarse los clientes, ver el ajetreo de los trabajadores cargando cajas y costales llenos de frutas o verduras y oler los aromas que producen los alimentos, nos devuelve a nuestros orígenes campesinos, que se perciben al caminar por los corredores donde se condensa en su máxima expresión la cultura popular: las plazas de mercado en Bogotá.

Edilma Suarez, una comerciante de la plaza del barrio las Ferias en Bogotá desde hace 27 años, le asegura a este Diario que, “en una plaza de mercado las personas encuentran de toda la variedad de productos, tenemos buenos precios, calidad y excelentes presentaciones. A la gente le gusta llegar a las plazas de mercado porque son sitios llenos de calor humano, se siente como si se llegara a casa. En una plaza de mercado si al cliente le provoca una fruta el comerciante se la puede brindar sin ningún problema. Las personas se sienten como si llegaran al campo”.

No cabe duda que el sitio donde se establece la conexión entre la ciudad y el campo es la plaza de mercado. En este espacio sobreviven, ante el auge de las grandes cadenas de supermercados, una gigantesca variedad de frutas tropicales, hierbas culinarias, esotéricas y medicinales. Estos escenarios han resistido todo tipo de coletazos inflacionarios, climáticos y ambientales que los gobiernos, en ocasiones demasiado alejados del mundo rural, no siempre han sabido solventar.

 

Plazas capitalinas

En Bogotá actualmente existen 40 plazas de mercado de las cuales 19 son manejadas por el Distrito. Una buena parte de estas zonas se ha formalizado y especializado para convertirse en auténticos patrimonios urbanos que ya cuentan inclusive con redes sociales, pagos en línea y servicios a domicilio a través del programa de ‘La Plaza a su Casa’, en el que se llevan productos directamente a los conjuntos residenciales y de ‘La Plaza a su Trabajo’, donde se trabaja de la mano con varias entidades del Distrito para promover las plazas públicas de la ciudad.

Las plazas de la ciudad más modernas hoy día son: Las Cruces, La Perseverancia, La Concordia, San Benito, San Carlos, Santander, Restrepo, Veinte de Julio, Quirigua, Las Ferias, Doce de Octubre, Siete de Agosto, Fontibón, Samper Mendoza y Los Luceros.

Para la directora del IPES, Gladys Valero, “en estas plazas hay variedad porque vienen campesinos de todos los municipios a comercializar sus productos, ahora mismo en algunas de ellas se comercializan 25 clases diferentes de papa y en otras hay una variedad de más de 5.000 plantas con fines gastronómicos y medicinales. Es para resaltar, que plazas como la Samper Mendoza funcionan en el horario de la noche, lo que agrega valor para el consumidor final”.

 

Las plazas de mercado y la educación

Actualmente, estos puntos de la ciudad han cambiado a tal nivel, que no solo se consideran espacios para comprar frutas y verduras, sino que además brindan al cliente diversas posibilidades. “No solo los trabajadores, los hijos de los clientes pueden tener acceso a múltiples servicios. Mientras los clientes compran o los trabajadores realizan su actividad laboral, los niños pueden aprovechar los puntos de lectura que hemos instalado en las plazas en asociación con el programa ‘Leer Es Volar’ de la Secretaría de Educación. Y los trabajadores pueden acceder a algunas clases de inglés y coreano promovidas por el Distrito para ampliar sus bases culturales”, comentó Valero.

Por eso es indispensable ver estos espacios como zonas que se deben promover, impulsar y desarrollar con el apoyo de diversos sectores. “Reconocer la tradicionalidad de estos espacios no solo sirve para estrechar los lazos difíciles entre el campo y la ciudad, entre el producto y el consumidor. Es también la forma de revelar el proceso de las cosas, de mostrar su procedencia, su trato, su preparación. También los rostros humildes que cultivan los frutos, que los ven crecer”, afirma un estudio de las plazas distritales de mercado en Bogotá la Universidad Santo Tomas.

La población campesina, además de ser incluida en estos espacios, tiene la oportunidad de vender sus productos, generar recursos y desarrollarse en nuevos ámbitos, lo que representa un camino para abandonar la informalidad. “La gente gusta mucho de los productos campesinos como la gallina campesina, el queso campesino, los huevos del campo y la almojábana por la calidad de su sabor”, dice la vendedora Edilma, quien agrega que, “si comparamos los precios de una plaza de mercado con los de las grandes superficies o los Fruvers, nuestros precios son muy bajos y siempre damos a nuestros clientes beneficios como la popular “ñapa” que terminan por agregar valor al consumidor final”.

*Colaborador de EL NUEVO SIGLO