Colombia La Grande y el Bicentenario (II) | El Nuevo Siglo
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Domingo, 3 de Marzo de 2019
Alberto Abello

El marco histórico

En el marco histórico se destacan algunos hechos decisivos sobre la crisis y evolución del Imperio Español en América, enfrentado a las potencias desde tiempos de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, como de Cristóbal Colon, hasta la aparición en el firmamento político de Simón Bolívar, figura mítica comparable a Alejandro, César o Napoleón.

Desde que el papa Alejandro VI bendice las posesiones de España en el Nuevo Mundo, esta defiende el Imperio con voluntad inquebrantable, formidables fortalezas y sus naves, más el apoyo invaluable de los criollos. Sin esa combinación de esfuerzos el Imperio habría sucumbido mucho antes al asalto de las potencias... La velocidad con la que se extiende la civilización cristiana por estas tierras y la construcción de ciudades gracias a un avanzado modelo de planificación, son portentosas. A su vez, los británicos, con implacable tenacidad, avanzan por mar en ágiles buques, en los que montan formidable artillería, abriendo paso a brigadas de aventureros y colonos.

La organización naval de España facilita mover los invaluables tesoros americanos protegidos por su experimentada flota y poderosos cañones, que hacen el viaje desde Hispanoamérica a la Casa de Contratación de Sevilla. Desde los tiempos de Alfonso X de Castilla, El Sabio, en las Siete Partidas se autoriza a la Corona para reclutar milicianos y eso forja el temple militar de la nación. No es casual que el joven Simón Bolívar recibiese su primera instrucción marcial al servicio del Rey y ostentara el grado de teniente, ni que San Martín fuese general español o que Sucre se incorporara por vocación desde los 14 años en las milicias reales.

Los británicos

Inglaterra favorece la colonización de parte de la América del Norte, donde los españoles llegan hasta Alaska, sin que en Hispanoamérica penetren las ideas luteranas de la Reforma ni en 300 años se dieran los grandes debates intelectuales que sacuden a Occidente. Resulta esclarecedor que los reclamos comuneros -contra lo que se ha repetido tantas veces- no fuesen por la Independencia, ni en España ni América, sino contra la alcabala y los impuestos ruinosos, por volver al modelo más benévolo y descentralizado de los Austrias.

El dictador Oliver Cromwell en el siglo XVI envía expediciones de religiosos y filibusteros para apoderase de enclaves estratégicos españoles, como Providencia, de donde son expulsados por las fuerzas navales de la Península, no sin perder en otra oportunidad a Jamaica y valiosas posesiones, como Trinidad, o ver desfilar a marinos ingleses con banderas desplegadas por Buenos Aires.

Los corsarios ingleses, franceses, holandeses y de otras nacionalidades estaban al acecho de capturar los tesoros en trayecto a la Península. Los puertos del Imperio Español en América que atraen más la codicia de los filibusteros ingleses son aquellos por los que se transportan toneladas de oro, como Veracruz, Cartagena, Amatique y Trujillo, Nombre de Dios y Puerto Belo…

Cañones y civilización

Por lo general las fronteras mundiales se trazan a cañonazos. Inglaterra intenta desgarrar Hispanoamérica con el almirante Vernon (1740), noble y temido marino de reconocida influencia en la Corte de Londres, cuya misión consistía en reducir a Cartagena, al estilo del saqueo de Portobelo. La defensa de esta, a cargo del héroe y almirante Blas de Lezo, resiste varios días con cañones de corto alcance el bombardeo de la formidable flota enemiga. Ello hasta que desmonta de la nave capitana un cañón de 18 libras y, por sorpresa, desde tierra bombardea las embarcaciones inglesas que, por el duro castigo, se retiran.

Vernon, tiempo después, regresa con medallas alusivas a la inminente victoria. Una formidable flota de 21 navíos de línea, 170 barcos de transporte, 9.000 hombres de desembarco y un contingente de 4.000 colonos norteamericanos, comandados por Lawrence Washington, hermano del prócer estadounidense, para destruir el Imperio Español, doblegar al dominio británico a Cartagena de Indias y el Caribe. No venían por la libertad sino por el vasallaje de la región, mientras poderosas fuerzas inglesas avanzaban por el estrecho de Magallanes para intentar, infructuosamente, someter el resto de Hispanoamérica. El brutal ataque a Cartagena fracasa por la heroica e inteligente defensa de Blas de Lezo, como de los súbditos peninsulares y criollos. La expansión inglesa sufre así uno de los más rudos golpes de su historia.

En las turbulentas y ambivalentes relaciones de España con Inglaterra es de recordar que el Emperador Carlos V dispone el negocio del matrimonio de su hijo Felipe II con Isabel de Inglaterra, para unir Albión a su corona, en vano por cuanto no tendrán descendencia. Frustrada la unión, Felipe II (1588) manda la poderosa Armada Invencible a conquistar a los conquistadores londinenses. La que es derrotada por los elementos, como expresa el monarca en su famosa frase desde El Escorial. El declive de la hispanidad llega hasta nuestros días.

España, mediante hazañas que conmueven al mundo, logra en América un avance civilizador en dos generaciones, donde otros pueblos tardaron varios siglos. Se siembra el castellano de la edad de oro, la religión y el derecho... Al tiempo que toneladas del dorado metal salen para Europa, las que financian las guerras religiosas de los Austrias y la compra de los bienes que producen terceros países, como Quevedo dice: “Para ser en Génova enterrado”.

Francia codicia el Imperio Español, mas con Luis XIV consigue imponer a su sobrino como Rey de España y se compromete con Inglaterra a abandonar el proyecto y de formar un solo reino con Madrid, así como pacta el libre comercio en Cádiz, lo mismo que se autoriza a los ingleses a ejercer el lucrativo negocio de comerciar esclavos en América. París ejerce el coloniaje intelectual de España. Los afrancesados españoles multiplican los impuestos, expulsan a los Jesuitas y favorecen la ilustración, que produce al visionario Duque de Aranda que, sin suerte, propone nombrar tres príncipes para gobernar Hispanoamérica y la Expedición Botánica.

La Independencia de las 13 colonias del norte de América (1783) es de carácter conservador y en defensa de los privilegios de sus ricos dirigentes. La misma suscita inquietud y naturales motivos de regocijo entre algunos criollos, mas no se traduce en un efecto dominó en el Imperio Español. La mayoría de los criollos siente instintivo recelo por la aventura de la democracia en la región.

En tanto, la Revolución Francesa (1789) se extiende a la entonces próspera Haití, donde se aplica la guillotina. Los colonos franceses son exterminados por los antiguos esclavos. Numerosos criollos americanos visten luto y pagan misas por el asesinato de Luis XVI y María Antonieta. Los criollos se espantan y lloran con esas noticias gordas, temerosos de una revolución o de la insurrección de los esclavos en sus dominios.