Venezuela: los avances de Guaidó en un mes | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 2 de Marzo de 2019
Pablo Uribe Ruan
En cuatro semanas y algo más, el Presidente Interino de Venezuela ha logrado varios objetivos a nivel político y económico. Pese a ello algunos creen que el bloqueo de la ayuda humanitaria fue un fracaso. No obstante, hay que entender que la transición toma tiempo y que el régimen de Maduro aún cuenta con una base y algunos aliados

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EL SÁBADO 23 de febrero el régimen de Nicolás Maduro bloqueó el acceso de la ayuda humanitaria en la frontera con Colombia. Una semana después, entre sesiones extraordinarias del Consejo de Seguridad y medidas cada vez más autoritarias, la resolución de la crisis en Venezuela es cada vez más incierta.

Lo único cierto es que a un mes y una semana de haberse posesionado como presidente interino, Juan Guaidó, ha logrado varios avances a nivel político y económico, que no han significado el fin del gobierno chavista, demostrando que la encrucijada venezolana es una cuestión de tiempo y, sobre todo, de formas.

Guaidó, primer mes

Para un sector mayoritario en Venezuela, enero comenzó como uno de los meses más tristes desde que llegó el chavismo. Nicolás Maduro el 10 de enero asumió su segundo mandato como presidente, a pesar de que gran parte de la comunidad internacional le había advertido que no lo reconocería como tal.

La dirigencia opositora, sin embargo, en una jugada que pocos tenían en el horizonte, contrarrestó la llegada de Maduro con la emergencia de una figura joven que le tocó asumir la Presidencia de la Asamblea Nacional ante las detenciones de los líderes de su partido (Leopoldo López y Carlos Vecchio). Ese hombre de 35 años fue Juan Guaidó, quien en un solo mes ha sido capaz de que lo reconozcan más de 60 países como presidente interino de Venezuela.

En un plan estipulado en tres etapas, Guaidó ha insistido en que el cambio a la democracia será llevado a cabo a través del “cese de la usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”, una ruta que, como lo han demostrado las transiciones en otros países, no se logra ni en un mes ni en un año.

El ingreso de la ayuda humanitaria, fallido en su primer intento pero por el que se seguirá insistiendo, parece un escollo dentro de los numerosos avances que Guaidó ha logrado en el marco de la primera etapa de la transición: el cese de la usurpación del poder.

Desde Caracas, y ahora desde Suramérica, Guaidó ha sido capaz de apropiarse del cargo con resultados políticos y económicos. Se le ha dado el manejo de la matriz de Pdvsa en Estados Unidos, Citgo, designando a una nueva junta directiva, así como Washington ha congelado los activos de Venezuela en su territorio para ser destinados a su gobierno transicional. A lo sumo, se decretó una Ley de Amnistía que le da a los “militares que se pongan del lado de la Constitución” indulto y perdón.

Todo esto ha sido posible por el respaldo que más de 60 naciones le han dado a su gobierno. En poco más de 30 días un sector mayoritario de la comunidad internacional se ha puesto de su lado y ha ido reconociendo paulatinamente a las delegaciones diplomáticas nombradas por el Presidente Interino en al menos 10 países.

Pocas veces ha habido un consenso tan amplio en la comunidad internacional a favor del reconocimiento de un gobierno interino, figura extraordinaria que también ha sido vista en casos como el de Libia o Ucrania, ambos difíciles de comparar con la realidad venezolana.

Escollo

El bloqueo de la ayuda humanitaria el sábado 23 de febrero no significa -como algunos, entre ellos los chavistas, han dicho- una crisis en el proceso de transición liderado por la dirigencia opositora. Parece, más bien, una advertencia sobre el tiempo.

Por más prisa que haya, es claro que toda acción de orden humanitario, política o económica debe fundamentarse en el derecho nacional e internacional, situación que ha sido ampliamente debatida en el caso de la ayuda humanitaria.

La ayuda, una serie de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad recolectada por los Usaid (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), Chile, Colombia y algunos privados, ha sido vista por muchos –no solo el oficialismo- como política, perdiendo de vista su objetivo central: lo humanitario.

Días antes de que las tractomulas cargadas con productos salieran de los puentes fronterizos de Cúcuta rumbo a Venezuela, el diputado Juan Miguel Matheus, de la oposición, había dicho: “Nuestro primer y principal objetivo es brindar alivio a la población venezolana, pero después de eso, con este movimiento queremos hacer jaque mate a Maduro”.

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Este tipo de declaraciones, respaldas por los anuncios hechos por Washington, hicieron que organizaciones como la Cruz Roja Internacional y Caritas (organización con fines humanitarios de la Iglesia Católica en Venezuela) tomaran distancia de la iniciativa de Guaidó arguyendo el principio de neutralidad.

“La acción de la Cruz Roja se basa en dos principios: humanidad y neutralidad. La neutralidad es la más importante en situaciones como esta”, explicó a CNN Francesco Rocca, presidente de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

El principio de neutralidad, que algunos sectores de la oposición dicen que es subsidiario frente a la urgencia por la que pasan “350.000” personas en “riesgo de morir”, se ha convertido en el centro del debate para avanzar en esta segunda etapa conocida como “gobierno de transición”, la cual continúa con la gira de Guaidó por los países del cono sur.

Esa neutralidad es difícil de lograr por ahora, ya que la mayoría de la ayuda humanitaria que permanece guardada en el puente fronterizo de Tienditas, en Brasil y Puerto Rico (un 92% de ella) ha sido recolectada por países que no se declaran neutrales en el asunto. Para lograr tal característica, es determinante que Juan Guaidó y sus aliados logren convencer a las organizaciones internacionales de que no existe un fin político, algo que dicen que hicieron antes del intento del 23 de febrero, pero que no se materializó con el respaldo de la Cruz Roja y la ONU.

Ahora bien, parece inevitable que la ayuda no se politice. Algunos de los escenarios en los que este tipo de iniciativas se han llevado a cabo -Iraq, Yugoslavia- han estado marcados por el apoyo de Estados Unidos y, en la segunda, de Europa. Aunque también ha habido lugares, como en África, donde la ayuda ha sido exclusivamente humanitaria, lo que demuestra que sí hay precedentes exitosos.

Transición

El  “cese de la usurpación” y “el gobierno de transición” han ido avanzando este mes con miras a lograr a corto plazo las “elecciones libres” en Venezuela, última etapa de la transición que inevitablemente tendrá que incluir a algunos sectores del chavismo (ya están Luisa Ortega, Germán Ferrer y el chavismo originario).

La clave del éxito de la posible transición es “cómo ocurra”, dice Sergio Bitar, de Diálogo Interamericano, y en ese sentido es claro que toda acción violenta “no conducirá a una transición pacífica”. Eso ha sido ampliamente demostrado en Latinoamérica, en casos como el de Brasil (1985) y Chile (1991), donde se logró la transición por vía electoral sin necesidad de un solo disparo.

A pesar de que existen algunos en los que la intervención militar ha sido exitosa, “quirúrgica”, el escenario venezolano parece diferente al de Panamá (dicen que murieron 3.000 personas en la operación) o Libia, donde no existía una estructura militar y paramilitar tan grande como la del régimen de Maduro.

Insistir en la vía militar puede conllevar a un escenario en el que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) termine dividiéndose entre un sector leal al líder autoritario (que incluye a los colectivos) y otro que busque la democratización del país. Esto fue precisamente lo que ocurrió en Siria, luego de que un grupo que estaba en contra de Bashar al Assad apoyara a los manifestantes de la “Primavera Árabe” y posteriormente creara los diferentes bandos rebeldes que seis años después siguen combatiendo contra Damasco.

Es claro que en Washington tiende a prevalecer la real politik en situaciones como esta, disuadiendo a sus opositores a que den el paso al costado y, en este caso, se sometan a la amnistía planteada por Guaidó. Sin embargo, el lenguaje de Marco Rubio y John Bolton por ahora ha generado el efecto contrario en el oficialismo, exacerbando el discurso nacionalista y alternativo que defiende Nicolás Maduro para dotar de legitimidad su gobierno.

Es indudable que el “discurso anti-injerencista” del oficialismo pierde todo sentido cuando se conoce que Cuba hoy maneja parte importante de la estructura militar. Esto ha sido denunciado por la oposición y organismos internacionales, al conocerse que miembros de las fuerzas policiales de ese país han asesinado a venezolanos, violando, además, la soberanía nacional.

Lejos de querer dejar el poder, Maduro y su cúpula siguen en Miraflores apoyados por una red de países como Rusia, China, Irán y Turquía, que han manifestado su apoyo vetando todo tipo de iniciativas en la ONU y dándole oxígeno al régimen.

Este tipo de coaliciones, basadas en elementos comunes como el autoritarismo y los commodities, no existieron en el caso de Raúl Noriega en Panamá o Muamar Gadafi en Libia, lo que hizo que se quedaran sin aliados de peso en la comunidad internacional.

En este momento, parece haber tres vías para destrabar la encrucijada venezolana. Una de ellas es un diálogo, acompañado por organizaciones internacionales, que conlleve a elecciones libres. Otra es la intervención militar, rechazada por el Grupo de Lima y Washington. Y, la tercera, parece ser la creación de una junta militar transitoria.

En el editorial del jueves, EL NUEVO SIGLO habló de la “junta militar de transición, de no más de un año” que se impuso tras la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, en 1957, en Colombia. Esa podría ser la solución para llegar a una respuesta pronta en Venezuela”.