Bolívar, en campaña por Colombia | El Nuevo Siglo
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Domingo, 16 de Junio de 2019
Alberto Abello

Por supuesto, no fue Simón Bolívar el primero en pensar en hacer un justo homenaje al descubridor Cristóbal Colón, quien arriba al Nuevo Mundo bajo la bandera de España, más sufre diversas peripecias en su primer viaje de regreso a Europa y por conducir algunos indígenas esclavos a la península es reducido a prisión. Negocia con el astuto rey de España Fernando, quién, finalmente, junto con la reina le devuelven algunas de sus atribuciones de Almirante y descubridor, por la hazaña que había realizado. Más no se le reconoce la gloria como es debido y algunos pensaron en darle oficialmente a América el nombre de Colón, entre otros Francisco de Miranda, posteriormente, comparte esa idea con Bolívar, que es quién, desde su periplo como oficial de fortuna en Cartagena, plantea que se llame Colombia a la Nueva Granda y Venezuela, que anuncia que aspira a liberar.

Lo hace primero como oficial cuya espada se ha quebrado en Venezuela y solicita el apoyo de Colombia desde Cartagena para limpiar su nombre y liberar la Capitanía, con la finalidad de que conseguido ese magno objetivo -que lo obsesiona- volver para liberar la Nueva Granada. ¿Hasta dónde cala la sugestión de Bolívar en su Manifiesto donde habla de unir a Venezuela y la Nueva Granada?

Los escritos suyos de entonces no tienen la repercusión que tendrían cuando era famoso, por entonces unos pocos los leyeron y muchos menos creyeron que pudiera tener alguna posibilidad de llevar adelante sus proyectos. Y, como vimos, la clase dirigente de Cartagena, comprometida a fondo con el federalismo, lo veía con cierta desconfianza y le confirieron un mando mediocre, como para que se rompiera los dientes en la empresa de dirigir 70 milicianos bisoños a las orillas del Magdalena, donde de seguro terminaría por olvidar sus delirios de poder. Además, no fue el único venezolano en proponer desde Cartagena diversas alternativas de guerra y paz. Lo hicieron otros distinguidos oficiales de mayor rango que él, sin que su mensaje se saliera de lo previsible en tales circunstancias.

Lo clave del Manifiesto de Cartagena

¿Qué es lo que hace original y perdurable el Manifiesto de Cartagena de Bolívar? Pues resulta que es el producto de su genialidad e inspiración, en un momento en el cual los hispanoamericanos ingresaban a la política grande tras trescientos años de ausencia. Es de anotar que cuando Bolívar consigue crear la Gran Colombia, por el peso de su prestigio y espada, contra el querer de la mayoría de los caciques locales de la región, como de las potencias, es cuando en Europa y Estados Unidos empiezan a creer en el cambio político en nuestra región.

Bolívar en su Manifiesto de Cartagena, entre otras cosas, dice: “Liberar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a esta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria¨

¨Yo soy granadino, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema federal y justo que proclamó mi patria, he venido aquí a seguir los estandartes de la Independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados”

Advierte, que desea informar de la terrible crisis y los errores que dieron al traste con la Primera República de Venezuela y su destrucción.

Y sigue: “El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal elección que hizo del sistema tolerante sistema improbado como débil e ineficaz; desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos partidos, con una ceguedad de ejemplo”.

Denuncia la extrema debilidad del gobierno de Caracas y la incapacidad de sofocar las turbulencias que se desatan desde la pequeña ciudad realista de Coro, fundando la Junta en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno para hacer por la fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.

Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia practica del gobierno, sino los que han formulado ciertos buenos visionarios que, imaginándose republicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiéndola perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada.

Impunidad e inoperancia

Lo anterior da lugar a la impunidad e inoperancia oficial. “La doctrina que apoyaba esa conducta tenía su origen en las máximas filantrópicas, que algunos escritores que defienden la no residencia de facultad en nadie, para privar de la vida a un hombre, aun en el caso de haber delinquido este en el delito de lesa patria. Al abrigo de esa piadosa doctrina, a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía una conspiración, que se volvía a perdonar, porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. Clemencia criminal que contribuyó ms que nada a derribar la máquina que todavía no habíamos enteramente concluido”.

Una a una va demostrando las falacias del pensamiento liberal y federal que siguen a rajatabla los políticos venezolanos, que prefieren suicidarse a cambiar el modelo foráneo o intentar siquiera corregir sus falencias. Lo evidente es que en casi toda la región y en la Nueva Granada los políticos locales que han brotado como por encanto en medio de la crisis del Imperio Español, siguen esos modelos como aferrados a un salvavidas.

Desde luego esas críticas y otras que siguen en el texto citado al sistema liberal estadunidense, europeo y local, muchos no las entendieron ni en Cartagena, ni en Caracas, ni en Santafé de Bogotá. Más los pocos que comprendieron el elocuente mensaje con vigencia hasta nuestros días, reconocen que Bolívar es como un fenómeno telúrico y único en Hispanoamérica, al cual el tiempo le da la razón.