La movilidad en Bogotá afecta la calidad de la educación | El Nuevo Siglo
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Domingo, 2 de Junio de 2019
Mario F. Hurtado

BOGOTÁ lleva años de estancamiento en el desarrollo de transportes masivos eficientes y rápidos. La ciudad de igual modo no ha hecho las obras de infraestructura para resolver uno de los problemas de toda su historia, convirtiéndose en una de las ciudades más aisladas del mundo.

Haber fundado a Bogotá a mil kilómetros del mar y en un altiplano a 2.600 metros de altitud, hizo que desde sus inicios conectarse con el mundo fuera difícil. De hecho varios virreyes durante la época de la Nueva Granada, preferían gobernar desde Cartagena, pues después de dos meses en barco desde España, deberían durar mes y medio más recorriendo el río Magdalena y después remontar la cordillera a lomo de mula.

El aislamiento hizo que Bogotá fuera la penúltima capital de América Latina en tener alumbrado público y que solo cuando se desarrollara la industria aérea, se pudiera conectar con el mundo. Bien, en pleno siglo XXI sus dirigentes la tienen tan aislada como en el siglo XIX. Bogotá es un embudo, salir de la ciudad puede tomar tres horas en cualquier sentido. Estamos presos en una nube de smog, y eso se sabe desde hace décadas, pero cada vez es peor.

De acuerdo con el INRIX 2018 Global Traffic Scorecard, un estudio que se realiza en más de 200 ciudades de 38 países del mundoBogotá es el tercer lugar del mundo con más congestiones de tráfico. Es quizá la peor tragedia de la ciudad. Que parece que no está en las prioridades de la Alcaldía, que se dedica a mostrar obras de bajo impacto en la propaganda. El problema, es que la movilidad está afectando la educación y su calidad.

En entrevistas con estudiantes de universidades como la de los Andes, Javeriana, Externado, La Sabana, El Bosque y Rosario entre otras, los estudiante que viven en Suba, Bosa o Usaquén, manifiestan que tardan dos horas en llegar de la casa a la universidad. Es decir cuatro horas al día. ¿Cómo esperar que los estudiantes tengan buen desempeño cuando de 12 horas de actividad diaria cuatro se les van en un bus?

La crítica situación de los que viven fuera de la ciudad

Bogotá tiene lo que se define en geografía urbana varias ciudades dormitorio: Zipaquirá, Chía, Cajicá, Tocancipá al norte, Soacha y Sibaté al sur, Facatativá, Mosquera y Funza al occidente. La mayoría de sus jóvenes estudian en universidades de Bogotá y tardan en promedio cinco horas en transporte público, un tiempo macondiano, absurdo, lo que en un lugar del mundo con infraestructura adecuada se recorren 400 kilómetros, acá es el mismo tiempo para recorrer 30. La situación es tan crítica que muchas familias dentro de la misma área metropolitana tienen que invertir en vivienda para sus hijos al lado de las universidades, duplicando los costos de la educación para ellos.

La situación se sale de las manos de las universidades, pero se deben tomar acciones conjuntas en búsqueda de la salud mental y la calidad de vida de nuestros estudiantes. La universidad no es un espacio exclusivo para recibir clases. Las que se han acreditado ofrecen programas culturales, deportivos, musicales entre otros, para formar jóvenes en el concepto griego de la academia. Pero si un estudiante gasta cinco horas en desplazamientos de su vivienda a la universidad, no hay tiempo para ello.

A eso se suma otro agravante, universidades como La Sabana, La Nueva Granada entre otras se han instalado a las afueras de la ciudad. El drama también está para los que viven en áreas centrales de la ciudad que tardan el mismo tiempo. Estas universidades empezaron a mover el tren de la Sabana, que en pleno siglo XXI se mueve con carbón y a 30 kilómetros por hora. Aun así es mejor opción que durar dos horas y media en un trancón por la autopista norte.

La situación es una mezcla explosiva pues los colegios bilingües con rutas escolares están casi todos en el borde norte de la ciudad y utilizan la autopista o la Av. Suba, ellos también viven su drama de cuatro horas en un bus, con una situación que tiende a empeorar.

La Alcaldía y la Gobernación tienen que tomar medidas urgentes, y quien venga desde 2020, una verdadera política de movilidad que involucre el tren y la ampliación de los corredores viales. No podemos esperar mejoras en la calidad de la educación cuando al mejor estilo de García Márquez nuestros estudiantes ven pasar la vida dentro de un bus.