La calle contra Petro | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Abril de 2024

* La revolución del orden

* Un verdadero día cívico

 

Las enormes marchas de ayer contra el gobierno de Gustavo Petro, pese a las lluvias en algunas zonas del país (en particular la capital), son la demostración fehaciente del grado de impopularidad que acompaña a la Administración actual. No solo por los persistentes cánticos de “fuera Petro”, que se han hecho rutinarios desde que hace unos meses se inauguraron de forma espontánea en el estadio Metropolitano de Barranquilla sin ningún criterio partidista. También porque, palabras más, palabras menos, demuestran el gigantesco hastío popular frente a la improvisación, el ánimo destructivo, el espíritu de discordia y la retórica vacua y amañada de que este régimen suele hacer gala.

En el fondo palpita, pues, la revolución del orden, es decir, de la ley y la autoridad. Así como la defensa de la libre competencia en beneficio del usuario. Revolución que no consiste, desde luego, en ninguna ruptura institucional. Por el contrario, se trata del afianzamiento de las instituciones demoliberales, el fortalecimiento del sistema y la nítida expresión de una de las democracias más antiguas y vigorosas de América y el mundo. No es, ciertamente, una exageración decirlo, porque en Colombia, cuando el orden y las libertades democráticas han estado en peligro, el pueblo siempre ha respondido y ha levantado su voz pacífica para encauzar al país.

Así ocurrió, por ejemplo, con el desplome de la dictadura rojas-pinillista de la cual este Gobierno pretende ser el heredero con su anacrónico y derrochador modo “peronista” (incluso hoy desterrado de la misma Argentina). De hecho, la imposición de un “día cívico” el viernes pasado, dizque con el fin de promover el ahorro de agua, no resultó más que una treta para desanimar las marchas que estaban convocadas el fin de semana. Por lo demás, acción intempestiva que no solo fue desestimada en las principales ciudades de la nación, comenzando por las autoridades y ciudadanía bogotanas, sino que tuvo de proceloso ingrediente el aniversario del M-19 y el cumpleaños del primer mandatario.

Ya no es solo, entonces, que los sondeos demuestran una amplia impopularidad del Gobierno de turno. Por su parte, la denominada calle también se ha convertido en caja de resonancia del sentimiento negativo que el presidente Petro y su Administración han logrado concitar de manera cada vez más caudalosa. No en vano, según la última encuesta de Invamer, el 70% de los consultados creen que las cosas van por mal camino en el país y solo un 20% considera lo contrario. Ese fue, naturalmente, el estado de ánimo preponderante en las masivas manifestaciones que ayer coparon las capitales departamentales. Y que, no obstante, también dejaron entrever una señal de esperanza y alegría, puesto que resultaron sintomáticas de eso que antes se pregonaba en otro tipo de marchas y hoy cae como anillo al dedo en defensa de la recomposición nacional: “el pueblo unido jamás será vencido”.

Es, por otra parte, la respuesta popular a la confusión que el Gobierno tiene del “cambio”, cuya anómala definición del tema es que hay que destruirlo todo, acabar con lo logrado a partir de la Constitución de 1991 y echar reversa a los evidentes avances sociales que pueden confirmarse en materia de salud, educación, vivienda y tantos otros ítems. Avances que, si bien requieren ajustes y mejoras, por vía del sano debate democrático y la discusión en las instituciones pertinentes, están siendo víctimas de una regresión sin precedentes a raíz de las intervenciones estatales, expropiaciones por la puerta de atrás y la enfermiza abulia gubernamental frente a la picada de la economía que no recibe aliciente oficial de ningún estilo y tendrá consecuencias funestas sobre el empleo.

Porque a decir verdad la única obsesión del primer mandatario consiste en conseguir caja, pese a contar con la reforma tributaria más voluminosa de la historia colombiana, para satisfacer sus anhelos estatizantes y en desmedro de la alianza positiva entre el Estado y la iniciativa privada que le ha permitido al país acrecentar sus posibilidades frente a las ingentes necesidades nacionales en tantos aspectos. Ahora se quiere echar mano a las vigencias futuras, meterse por el resquicio de las pensiones y de la salud, y recurrir a una absurda y perjudicial refinanciación de la deuda externa.

A nadie le cabe duda de que las marchas de ayer fueron las más nutridas de los años recientes, cuyo sentido ha sido la sindéresis y el orden. Marchas masivas. Pacíficas. Marchas sinceras, exentas de amenazas, de compraventa de conciencias y, por supuesto, desprovistas del nefando vandalismo de otros tiempos. Sin colgarse de ninguna fecha tradicional de los trabajadores. Es decir, marchas legítimas y ante todo democráticas: un verdadero día cívico, fas y talante de los colombianos.